miércoles, 3 de agosto de 2011

De la dictadura a la democracia



Acampada Barcelona
Aldo Cardoso

Desafortunadamente, el pasado todavía está con nosotros. El problema de las dictaduras es profundo. Personas en muchos países han sufrido décadas y hasta siglos de opresión, ya sea de origen doméstico o foráneo. Frecuentemente, la sumisión incuestionable a figuras de autoridad y gobernantes ha sido inculcada por largo tiempo. En casos extremos, las instituciones sociales, políticas, económicas y hasta religiosas de una sociedad, fuera del control del estado, han sido deliberadamente debilitadas, subordinadas y hasta reemplazadas por nuevas instituciones regimentadas y usadas por el estado o el partido en el poder para controlar a la sociedad. La población ha sido frecuentemente atomizada (convertida en una masa de individuos aislados) incapaces de trabajar juntos para obtener su libertad, de confiar los unos en los otros, o de siquiera hacer mucho por su propia iniciativa.

El resultado es predecible: la población se debilita, carece de estima personal, y es incapaz de resistir. Las personas frecuentemente tienen demasiado miedo para compartir su odio hacia la dictadura y sus ansias de libertad aún con su familia y amigos. Las personas frecuentemente están demasiado horrorizadas para pensar seriamente en una resistencia pública. De cualquier manera, ¿cuál va a ser el resultado? En su lugar, se enfrentan a un sufrimiento sin propósito y a un futuro sin esperanza.

Las condiciones en las dictaduras actuales pueden ser mucho peor que antes. En el pasado, algunas personas podían haber intentado resistir. Protestas masivas y manifestaciones de corta duración podían haber ocurrido. Quizás los ánimos se alzaran momentáneamente. En otras ocasiones, individuos y grupos pequeños podían haber conducido valientes pero fútiles gestos, afirmando algún principio o simplemente su desafío. No obstante la nobleza de los motivos, tales actos de resistencia en el pasado frecuentemente no han sido suficientes para superar el miedo del pueblo y su hábito de obediencia, un requisito necesario para destruir la dictadura. Tristemente, estos actos pueden haber acarreado sólo un aumento del sufrimiento y del número de víctimas, en vez de victorias o tan siquiera esperanza.

Gene Sharp De la dictadura a la democracia



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